Cuando una persona se encuentra en situación de sobrepeso, por lo general, la gran mayoría, recurre a someterse a una situación excepcional que es hacer dieta. Otras personas hacen caso a las insistentes recomendaciones de que la dieta se debe acompañar con ejercicio y lo complementan con alguna actividad física. Hacer dieta y ejercicio, visto así: “Como quiero bajar de peso, como menos y voy al gimnasio”, da como resultado que se abandona el proyecto de bajar de peso en poco tiempo, y encima luego viene la recuperación de los kilos que se habían bajado, y en la mayoría de las veces, vienen con una propina de más.
MITO 1. LO QUE “ENGORDA” Y “NO
ENGORDA”
Después de
haber dejado una dieta, tarde o temprano se vuelve a la carga, con la idea de
que lo que falló fue el tipo de dieta que hizo, o que se abandonó el ejercicio.
La publicidad y los comentarios de la
calle que venden cosas que “si realmente funcionan”, seduce y convencen para iniciar
otra tentativa… que antes o después se abandonará. Y así sucesivamente.
Insistentemente
se llega a creer que “algo” está fallando, que estamos consumiendo algún
producto “que nos engorda”.
No hay ningún alimento que engorde o
adelgace.
Lo que
engorda siempre es la cantidad y la calidad del alimento.
Supongamos
que compramos un tetrabrik de litro de un producto que en la etiqueta
nutricional asegura que cada 100 gr. solo aporta 5 Kilocalorías. Como “no
engorda” nos bebemos el litro casi de un tirón.
La actitud frente a los alimentos de
pocas calorías engorda.
Seguro. Porque
despiertan la voracidad. Si nos
hinchamos de cosas por el único motivo de que su contenido en kilocalorías es
bajo, nunca conseguiremos habituar nuestro cuerpo a lo más importante de la
alimentación, comer raciones moderadas, que es lo que realmente consigue
mantener, o bajar, el peso.
Si nos prohibimos
los alimentos que la leyenda popular dice que “engordan”, como por ejemplo los
frutos secos, y pasamos días, semanas sin probarlos… el día que caigamos en la
tentación… “como un día es un día” nos
vamos a atiborrar de ellos. Y eso sí que
engorda. Es mejor planificar unos días
de la semana para comer un puñadito de frutos secos, que generar un síndrome de
abstinencia de ellos y devorarlos sin ton ni son en un momento de debilidad.
Es mejor
tomar un delicioso zumo de naranja natural, recién exprimido, saboreando sorbo
a sorbo... con pausas, disfrutando del momento. Que comprar un envase de 2
litros de zumo de naranja en cuya etiqueta se asegura que no contiene azúcares
añadidos, y que es “light”.
Lo que realmente no engorda son las
raciones moderadas de productos sanos, lo menos industrializados posibles.
MITO 2. LA GRASAS ENGORDAN Y NO SON SANAS
La ciencia
de la nutrición humana es relativamente joven, y como todas las ciencias en un
momento dado ha dicho unas cosas que más tarde, por la experiencia y la
investigación, se han dado cuenta que no era así. Esto es normal en todas las ciencias.
Las grasas
se han considerado como el principal enemigo en la lucha del sobrepeso. Durante años los planes dietéticos se basaban
en eliminar completamente alimentos en los que estaba presente la grasa de una
manera significativa, sea cual fuera su origen, animal o vegetal. La tendencia actual es considerar que no
todas las grasas son iguales, y que unas son más convenientes que las
otras. Es preferible la grasa de origen
vegetal a la de origen animal.
En las
grasas vegetales es preferible el aceite de oliva virgen que los
refinados. En las grasas de origen
animal es preferible la grasa de un filete de calidad que la de los embutidos.
GRASAS TRANS.
Son las peores, y las más peligrosas.
Se forman cuando los aceites vegetales se procesan (se hidrogenan) y se
transforman en más sólidos o en un líquido más estable. Su configuración química las hace más
difíciles de digerir y son tóxicas. Aumentan el colesterol malo (LDL) y
provocan la disminución del bueno (HDL). 5gr. de consumo diario aumenta un 25%
el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Se utilizan
para “embellecer” los productos, para darles más consistencia y una
presentación más atractiva. Se
encuentran sobre todo en los productos altamente industrializados de bollería, productos
horneados, galletitas, snacks, patatas fritas de bolsa, ganchitos, hamburguesas
industriales, golosinas, fritos y en la margarina.
Hay que saber elegir alimentos de buena calidad porque las grasas que contienen también son de buena calidad. ¿Y dónde están los alimentos de buena calidad? En los alimentos sanos: alimentos de confianza, comprados en establecimientos de confianza.
Raciones
moderadas de alimentos de calidad, con el contenido graso que sea, aseguran el
control y la disminución del peso. Así
lo muestran los últimos estudios en dietética y nutrición.
Compra un buen
pan, acompáñalo con un buen jamón, de calidad.
Hazte un pequeño bocadillo y disfrútalo. Cómelo despacio, nota como cada
bocado pasa por el paladar, se detiene y te produce una sensación placentera… Sale más barato que comprar una barra de pan
de plástico y un sobre de supuesto jamón en la sección de rebajas de la
charcutería del súper.
Cambiar calidad por cantidad, no tengas
duda, a la larga ahorras y adelgazas.
MITO 3. SÍNDROME DE LA NEVERA REPLETA. LOS HIDRATOS DE CARBONO (AZÚCARES)
En muchas
casas (la mayoría) encontramos la nevera repleta, tanto la parte de refrigeración
como la sección de congelados. La
necesidad de tener almacenada comida ya la tenemos en nuestros propios genes, como
mecanismo de supervivencia. Parece que
nos sentimos más tranquilos sabiendo que hay unas buenas reservas, “por si
acaso”.
Tener
almacenada mucha comida “por si acaso” es otro de los mitos que no ayudan para
nada para controlar el peso.
Cuanta más comida disponible hay, más
se come.
La
abundancia de comida en una nevera indica, sin duda, la abundancia también de
productos alto contenido de hidratos de carbono. Los azúcares o hidratos de carbono están
presentes y en abundancia en la mayoría de los productos industrializados, sean
dulces o salados, y constituye la auténtica bestia negra de la alimentación.
Si la
sociedad percibe las grasas como potencialmente dañinas, en lo que se refiere a
los azúcares, la visión es diferente. O
incluso no es percibida.
Tenemos claro que “azúcar” es lo que hay en el sobre que nos ponen junto a la taza de café, pero no tenemos claro que casi la totalidad de los alimentos industriales refinados, contienen azúcares y con demasiada frecuencia, en exceso.
Tenemos claro que “azúcar” es lo que hay en el sobre que nos ponen junto a la taza de café, pero no tenemos claro que casi la totalidad de los alimentos industriales refinados, contienen azúcares y con demasiada frecuencia, en exceso.
Cuando un
producto se etiqueta “bajo en materia grasa”, lo normal es que se haya
substituido la grasa por hidratos de carbono, lo cual es peor.
Por poner un
ejemplo, una lata de Coca Cola contiene el equivalente de 6 sobres de azúcar de
los que nos ponen al lado del café. Y si
son refrescos de los denominados energéticos, el doble.
El mito de
que el equivalente light de los refrescos no engorda, viene dado porque no
contienen azúcar, pero sí contienen una extensa gama de substancias
substitutivas.
Puestos a
elegir, si te apetece un refresco, toma uno de vez en cuando. Hazlo ocasional, y disfrútalo. Mucho
mejor que beber vasos y vasos de bebida light.
Es un hecho
probado que nadie adelgaza o se mantiene en su peso a base del abuso de
productos que no engordan.
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