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15.6.15

Mitos, leyendas y soluciones entorno al sobrepeso y la obesidad ( I )





Cuando una persona se encuentra en situación de sobrepeso, por lo general, la gran mayoría, recurre a someterse a una situación excepcional que es hacer dieta.  Otras personas hacen caso a las insistentes recomendaciones de que la dieta se debe acompañar con ejercicio y lo complementan con alguna actividad física. Hacer dieta y ejercicio,  visto así: “Como quiero bajar de peso, como menos y voy al gimnasio”, da como resultado que se abandona el proyecto de bajar de peso en poco tiempo, y encima luego viene  la recuperación de los kilos que se habían bajado, y en la mayoría de las veces, vienen con  una propina de más.

MITO 1. LO QUE “ENGORDA” Y “NO ENGORDA”

Después de haber dejado una dieta, tarde o temprano se vuelve a la carga, con la idea de que lo que falló fue el tipo de dieta que hizo, o que se abandonó el ejercicio.   La publicidad y los comentarios de la calle que venden cosas que “si realmente funcionan”, seduce y convencen para iniciar otra tentativa… que antes o después se abandonará.  Y así sucesivamente. 





Insistentemente se llega a creer que “algo” está fallando, que estamos consumiendo algún producto “que nos engorda”.

No hay ningún alimento que engorde o adelgace. 

Lo que engorda siempre es la cantidad y la calidad del alimento. 
Supongamos que compramos un tetrabrik de litro de un producto que en la etiqueta nutricional asegura que cada 100 gr. solo aporta 5 Kilocalorías.   Como “no engorda” nos bebemos el litro casi de un tirón. 

La actitud frente a los alimentos de pocas calorías engorda. 

Seguro.  Porque despiertan la voracidad.  Si nos hinchamos de cosas por el único motivo de que su contenido en kilocalorías es bajo, nunca conseguiremos habituar nuestro cuerpo a lo más importante de la alimentación, comer raciones moderadas, que es lo que realmente consigue mantener, o bajar, el peso.

Si nos prohibimos los alimentos que la leyenda popular dice que “engordan”, como por ejemplo los frutos secos, y pasamos días, semanas sin probarlos… el día que caigamos en la tentación…  “como un día es un día” nos vamos a atiborrar de ellos.  Y eso sí que engorda.  Es mejor planificar unos días de la semana para comer un puñadito de frutos secos, que generar un síndrome de abstinencia de ellos y devorarlos sin ton ni son en un momento de debilidad.

Es mejor tomar un delicioso zumo de naranja natural, recién exprimido, saboreando sorbo a sorbo... con pausas, disfrutando del momento. Que comprar un envase de 2 litros de zumo de naranja en cuya etiqueta se asegura que no contiene azúcares añadidos, y que es “light”.   




Lo que realmente no engorda son las raciones moderadas de productos sanos, lo menos industrializados posibles. 


MITO 2.  LA GRASAS ENGORDAN Y NO SON SANAS

La ciencia de la nutrición humana es relativamente joven, y como todas las ciencias en un momento dado ha dicho unas cosas que más tarde, por la experiencia y la investigación, se han dado cuenta que no era así.  Esto es normal en todas las ciencias.

Las grasas se han considerado como el principal enemigo en la lucha del sobrepeso.  Durante años los planes dietéticos se basaban en eliminar completamente alimentos en los que estaba presente la grasa de una manera significativa, sea cual fuera su origen, animal o vegetal.  La tendencia actual es considerar que no todas las grasas son iguales, y que unas son más convenientes que las otras.  Es preferible la grasa de origen vegetal a la de origen animal. 

En las grasas vegetales es preferible el aceite de oliva virgen que los refinados.  En las grasas de origen animal es preferible la grasa de un  filete de calidad que la de los embutidos.




GRASAS TRANS.  Son las peores, y las más peligrosas.  Se forman cuando los aceites vegetales se procesan (se hidrogenan) y se transforman en más sólidos o en un líquido más estable.  Su configuración química las hace más difíciles de digerir y son tóxicas. Aumentan el colesterol malo (LDL) y provocan la disminución del bueno (HDL). 5gr. de consumo diario aumenta un 25% el riesgo de enfermedades cardiovasculares.   

Se utilizan para “embellecer” los productos, para darles más consistencia y una presentación más atractiva.  Se encuentran sobre todo en los productos altamente industrializados de bollería, productos horneados, galletitas, snacks, patatas fritas de bolsa, ganchitos, hamburguesas industriales, golosinas, fritos y en la margarina. 

















Hay que saber elegir alimentos de buena calidad porque las grasas que contienen también son de buena calidad.  ¿Y dónde están los alimentos de buena calidad?  En los alimentos sanos: alimentos de confianza, comprados en establecimientos de confianza. 

Raciones moderadas de alimentos de calidad, con el contenido graso que sea, aseguran el control y la disminución del peso.  Así lo muestran los últimos estudios en dietética y nutrición.





Compra un buen pan, acompáñalo con un buen jamón, de calidad.  Hazte un pequeño bocadillo y disfrútalo. Cómelo despacio, nota como cada bocado pasa por el paladar, se detiene y te produce una sensación placentera…  Sale más barato que comprar una barra de pan de plástico y un sobre de supuesto jamón en la sección de rebajas de la charcutería del súper.

Cambiar calidad por cantidad, no tengas duda, a la larga ahorras y adelgazas.   


MITO 3.  SÍNDROME DE LA NEVERA REPLETA.  LOS HIDRATOS DE CARBONO (AZÚCARES)

En muchas casas (la mayoría) encontramos la nevera repleta, tanto la parte de refrigeración como la sección de congelados.   La necesidad de tener almacenada comida ya la tenemos en nuestros propios genes, como mecanismo de supervivencia.  Parece que nos sentimos más tranquilos sabiendo que hay unas buenas reservas, “por si acaso”.



Tener almacenada mucha comida “por si acaso” es otro de los mitos que no ayudan para nada para controlar el peso. 

Cuanta más comida disponible hay, más se come. 

La abundancia de comida en una nevera indica, sin duda, la abundancia también de productos alto contenido de hidratos de carbono.  Los azúcares o hidratos de carbono están presentes y en abundancia en la mayoría de los productos industrializados, sean dulces o salados, y constituye la auténtica bestia negra de la alimentación. 

Si la sociedad percibe las grasas como potencialmente dañinas, en lo que se refiere a los azúcares, la visión es diferente.  O incluso no es percibida. 

Tenemos claro que “azúcar” es lo que hay en el sobre que nos ponen junto a la taza de café, pero no tenemos claro que casi la totalidad de los alimentos industriales refinados, contienen azúcares y con demasiada frecuencia, en exceso. 

Cuando un producto se etiqueta “bajo en materia grasa”, lo normal es que se haya substituido la grasa por hidratos de carbono, lo cual es peor.

Por poner un ejemplo, una lata de Coca Cola contiene el equivalente de 6 sobres de azúcar de los que nos ponen al lado del café.  Y si son refrescos de los denominados energéticos, el doble. 

El mito de que el equivalente light de los refrescos no engorda, viene dado porque no contienen azúcar, pero sí contienen una extensa gama de substancias substitutivas.

Puestos a elegir, si te apetece un refresco, toma uno de vez en cuando.  Hazlo ocasional, y disfrútalo.   Mucho mejor que beber vasos y vasos de bebida light.


Es un hecho probado que nadie adelgaza o se mantiene en su peso a base del abuso de productos que no engordan.



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