Aprovechamos este espacio para hacer una edición especial que tiene como objetivo ser solidarios con la ONG Avismón, una entidad que atiende y ayuda a las personas de la tercera edad sin recursos económicos:
Tanto Editorial Amat Editorial como yo, dedicamos todos los beneficios a esta ONG.
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El coste del libro es de 12 euros
La edición de este libro se puede adquirir en:
(Recomendado). Directamente a la ONG. Avismón-Catalunya
Barcelona, Jocs Florals 59 bj
LLIBRERIA ANNA
Barcelona, Avenir, 71 (Sábados y Domingos tienen abierto hasta las 14 horas)
M.C.D. Barcelona, Sants 308 y también en Canalejas, 89
FRAGMENTO DEL PRIMER CAPÍTULO
Siempre había entendido la palabra reunión como un momento en el que las personas se sientan alrededor de una mesa para debatir un asunto con la finalidad de avanzar en alguna dirección positiva. Cuando los jefes te llaman para comunicarte una decisión irrevocable que han tomado acerca de tu futuro, ¿qué sentido tiene llamar a eso una reunión? Tendrían que llamarlo una sentencia. Te hacen sentar y te dicen: «Señorita, la dirección ha decidido trasladarla al almacén. Esperamos que esta decisión sea provisional, como máximo 6 meses, y sería muy deseable que antes de finalizar este período pudiera reincorporarse al puesto que ha desempeñado en estos últimos años». Es una manera suave y sutil de decirte: «Señorita, ha engordado tanto que no puede estar de cara a un público que viene a comprar unas prendas de tallas normales. Si adelgaza, la sacamos del almacén; en caso contrario, la despediremos porque no estamos dispuestos a pagarle un sueldo de dependienta mientras está haciendo un trabajo de aprendiz».
Salí de la reunión encendida, con un estado mental programado para hacer exactamente lo contrario de lo que la sensatez me estaba pidiendo. ¿Cuántas veces me había sucedido que cuando un desconocido, en la calle, pasa y te llama «gorda», de la rabia que te enciende entras en la primera panadería y te compras una pasta? Cientos de veces. Esta fue una más; entré en la tiendecita del vestíbulo del metro y me compré una bolsa de maíz frito, de las que suelen comprar los chavales jóvenes. La necesitaba «para calmar el estómago». No solamente no lo conseguí, sino que se me disparó la compulsión, la necesidad de seguir comiendo sin parar, con la esperanza de que cuando tuviera el estómago lleno se tranquilizaría y yo podría serenarme. Pero la intranquilidad crece a medida que pasa el tiempo y comes más; cuanto más comes, más hambre tienes. La expresión física de esta intranquilidad es como una corriente eléctrica que te recorre permanentemente el estómago.
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Jordi
1 comentario:
No te puedes imaginar loq ue me ha ayudado este libro.....veo las cosas desde otro punto de vista, muchas gracias es genial!
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